"Puntos de encuentro" es mi primer novela editada y lanzada al pùblico, porque en realidad novelas escritas, esperando para ser editadas, debo tener por lo menos 10 más.
P.D.E es presentada en junio del 2023 gracias a Ediciones del Garaje ( editorial independiente radicada en Montevideo, Uruguay). El libro reúne, básicamente, las historias de 5 personajes: Mónica, Rosario, Tamara, Javier y Fabiana. Ellos son el centro de atención, pero para que sus vidas se conecten en Montevideo, me refiero a que tengan sus ''puntos de encuentro'', hay otras personas y momentos importantes.
Pasan cosas, muchas cosas, y en devenir de esos sucesos se tratan temas como la amistad, la aceptación del amor, los vínculos tóxicos y con las drogas, la violencia de género, la sexualidad, "el nido vacío", la paternidad, los estudiantes del interior en la capital, entre otras.
Las personas que han comenzado con la lectura, se ven rápidamente atrapadas por las vidas de los personajes que se sienten cercanos y muy reales, sobre todo para aquellos que conocen a fondo Montevideo. Esta novela de 290 páginas, ya disponibles en algunas librerías de Montevideo, entre ellas América Latina (Av. 18 de Julio, casi Joaquín Requena), Lautréamont, Puro verso, La libelula, Bookshop, Los miserables.
Autora: Sofìa Remedi Avelino
Diseño de tapa: Sofìa Bintancurt
Responsable editorial: Beatriz Zorrón.
Colección Narratum
El único recuerdo que tengo de alguien contándonos cuentos es el de mi abuelo materno. Los demás los leíamos nosotras habiendo desarrollado desde niñas una devoción por la lectura e incluso la escritura.
Cuando éramos niñas pasábamos las tardes de sábado, después de volver de los Boyscouts, en la casa de los abuelos y a veces, dormíamos allí.
Durante el día éramos tres niñas hiperactivas que desordenaban en un segundo la casa; queríamos subir al altillo a explorar en los innumerables muebles y cajas, queríamos usar la intocable máquina de escribir o le robábamos al abuelo hojas blancas que traía del Banco, como si no se vendieran en ningún otro lugar.
Cuando esas energías se agotaban, nos distribuíamos en una cama de bebe demasiado grande, un colchón en el piso y una cama con una repisa adosada llena de chirimbolos y artesanías caseras.
Una vez acostadas, el abuelo nos contaba un cuento. No sé si siempre era el mismo o existió solo éste: el de las tres ardillitas.
Nos encantaba oírlo, sobre todo porque podíamos construirlo los cuatro juntos en la oscuridad.
La historia hablaba de tres ardillas, que vivían en los árboles de algún monte y comían solo nueces y avellanas.
Un día les llegó la invitación o tuvieron la iniciativa de salir de paseo hacia algún lugar, las tres juntas. En el camino se cruzaron con un lago lleno de cocodrilos que amenazaron con devorarlas. Más adelante con algún animal al que debían ayudar y de pronto se topaban con un circo lleno de personajes extraños y encantadores que las distrajeron de su objetivo: llegar a algún lugar… ¿Cuál? Ni idea.
No sé en que terminaba la historia, pero supongo que nunca tuvo un final concreto. Las versiones debieron cambiar durante cada noche de relato o en las miles de veces que traté de escribir en papel o computadora, para dejar un registro de aquellas tres ardillitas.
( creación de taller en base a un libro, un revolver y una máscara)
Ella caminaba desganada, casi arrastrando su cartera por las veredas humedecidas de Montevideo por la fina lluvia que caía desde el mediodía. Después de una larga jornada de trabajo, deseó con desespero volver a su casa en busca de tranquilidad. Necesitaba que alguien la animara, le hablara de cosas distintas y alegres…Que la hiciera reír… Quería acostarse enseguida y taparse hasta arriba con las mantas, para descansar incentivada por esta lluvia mansa y el frío de este invierno que era eterno…
Pero antes de poder permitirse ese descanso anhelado, debía llegar a su casa y comer algo que le diera las energías suficientes para tener esa charla que desde hacía tiempo venía postergando con su marido.
No tenía ganas de hablar con él sobre lo que les estaba pasando, pero su actitud distante y falta de originalidad para abordar la monótona vida matrimonial que llevaban, la obligaban a reconocer que su matrimonio estaba a punto de romperse. Pero no podía permitirlo. Se había casado con un hombre diez años mayor estando profundamente enamorada y si bien todavía lo amaba, le fastidiaba la idea de convivir eternamente alguien así de solitario e introvertido.
Tanteó sin mirar el interior de su cartera humedecida, buscando las llaves de su casa. Empujó luego la pesada puerta de vidrio de la entrada al edificio y no pudo evitar decir como todos los días ‘’Que pesada’’ a pesar de que no tuviese allí nadie con quien compartir su queja.
Encendió la luz del pasillo y mientras avanzaba hacia las escaleras y se secaba los abrigos, empezó a oír como un susurro la banda de jazz que su marido adoraba y escuchaba siempre… Los vecinos debían de saberse ya de memoria los temas de los discos que Felipe oía cada noche, pensó con una sonrisa irónica.
Subió las escaleras con pesadez y sin apuro hasta el primer nivel... el segundo… Llegó al último escalón y antes de finalmente pisar su piso, suspiró indecisa viendo la ancha y alta puerta de madera oscura de su apartamento. Tenía que entrar a su casa para hablar con Felipe, pero sospechaba que el esfuerzo del discurso no valdría la pena.
Levantó un pie y muchos segundos después levantó el otro. Entró a su apartamento y la música se escuchó más alto. No se oía nada más que eso. Su esposo debía estar en su escritorio, al lado de la gran ventana y la lámpara de pie, con el tocadiscos encendido mientras leía alguna de las novelas de sus autores favoritos o las que él mismo escribía pero jamás mostraba a nadie. Ni siquiera ella conocía el contenido de tantas hojas archivadas con celosía bajo llave.
Avanzó viendo las coberturas de las películas y libros en los que se refugiaba cada vez más. Soñaba con la posibilidad de arrancar de su casa esas cosas y que él ocupara su tiempo con ella.
Su marido actuaba a veces como si no estuviera allí, como si no la viera.
Siguió caminando hacia el escritorio esperando encontrarlo como siempre allí, pero no lo vio a través de sus puertas abiertas. Sin embargo la música seguía sonando…
Sobre la mesa un libro abierto y sobre él…
Marcela dejó resbalar su cartera por su brazo y con el otro tuvo que apoyarse contra la pared para no derrumbarse. La sangre de su cabeza había teñido de rojo la fotografía enmarcada del día de su boda.